martes, 24 de diciembre de 2013

La traba


La tarde cruje
como los ojos de un león moribundo.

Llueve con furia sobre la piel de mayo

y a mi se me hinchan las puertas.


Tarde vinculada de tantas otras tardes,
oriunda de un adónde los hombres
crepusculares se adentran
en la lengua tensa y la devoran.

Sin embargo, yo no puedo.

Yo soy el fulgor asfixiado en la mácula,

el león mordído por el cienpiés de las horas,
el follaje saciado de luz,

entreabierto e inexcusable
como mi sed.

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TEATRO

Desde mi infancia, las apariciones y desapariciones de personajes crearon sin cuestionamiento una realidad caótica, y de ese hueco emanó todo el misticismo.